En tu andar veo mi andar, y somos los mismos de siempre

Las travesuras, las asistencias y los goles ya formaban parte de la marca Guillermo Barros Schelotto hacia 1999. Así como Boca, que ya había digerido el primer éxito local y tenia la mesa servida para degustar el segundo, mostraba su sello en cualquier cancha y ante cualquier rival, el Mellizo también hacia de las suyas ante el adversario de turno. A veces salían todas. Otras algunas. Y, una que otra tarde negras, ninguna. Entonces ahí hasta a Carlos Bianchi se le ponían de punta los pelos... 
"Me acuerdo de que una vez estábamos en el medio de un partido en La Bombonera y Guillermo, que había tenido una tarde floja, empezó a irse de la cancha. Se estaba fastidiando por la marca, lo estaban haciendo calentar, no encontraba su Fútbol .. Entonces decidí sacarlo para cuidarlo. Hice el cambio y, cuando salió de la cancha y pasó a mi lado para sentarse en el banco, lo agarré y le dije al oído  'Guille, lo que tenés que hacer es sacarte todos los berretines que tenes en la cabeza...'. Él me escuchó, siguió de largo sin decirme una palabra y se sentó muy serio. 

En un momento pensé que se había enojado por el consejo que le había dado. Pero, a los 5 minutos, mientras se seguía jugando el partido, se levantó de la butaca, se me acerco y me preguntó: '¿Carlos, qué quiere decir Berretines?' Un fenómeno... No podíamos parar de reírnos"
La historia quedó reducida a una anécdota que el Virrey recuerda con simpatía porque, claro, ni siquiera él pudo con las mañas del Mellizo: "Con sus berretines, como le decía, no había manera de tratar. Yo le podía aconsejar que tuviera cuidado porque lo iban a ir a buscar, que no se enredara en discusiones, que se dedicara a jugar que es lo que mejor hace... Pero al final me di cuenta que lo mejor era dejarlo tranquilo. El jugador es el que esta ahí adentro y, por mas que te diga 'Sí, me voy a portar bien', las pulsaciones te van a dos mil por hora y las reacciones son difíciles de manejar. Pero esas cositas sin dudas también lo transformaron en un jugador muy pintoresco para el hincha. Porque Guille no seria Guille si no viviera despotricando, gesticulando, hablando solo, discutiendo con el juez de linea mientras la jugada sigue por otro sector de la cancha... Claro que todas esas mañas que contribuyeron a que sea un jugador muy querido por la gente, a veces a mi como técnico me ponían fastidioso. Mas de una vez le tuve que decir: 'Dejate de hinchar las pelotas y jugá'. Porque yo fundamentalmente quería que jugara...". 

No hay comentarios:

Publicar un comentario